Editorial

Jóvenes, alcemos la cabeza

MONS. CRISTIÁN RONCAGLIOLO PACHECO. VICARIO DE LA ESPERANZA JOVEN.

Estamos viviendo el Adviento, tiempo de esperanza que prepara para la Navidad. La corona con los cuatro cirios que vemos en las iglesias simboliza la secuencia de un progresivo júbilo porque ya viene el Señor, el Salvador.

Quizás ha sido común este año la mirada triste de la realidad, la queja a ‘flor de piel’ que nos ensombrece, el marcado pesimismo o la sospecha instalada producto de los graves delitos de abusos sexuales, de poder y de conciencia que han asolado a nuestra Iglesia; también el reciente asesinato de un hermano en la Araucanía, y la corrupción en diversas instituciones hacen sombría nuestra percepción de la realidad y parecen ‘contaminar’ muchas veces nuestra mirada sobre nuestra historia sumergiéndonos en una oscuridad que solo hace que nuestro corazón ‘mastique’ la desolación.

Por eso el Adviento resulta especial porque es una oportunidad para revisarnos y preguntarnos como cultivamos la esperanza que no es ingenuidad ni superficialidad sino que vigorosa confianza en el Señor de la historia, y cuales son los signos en nuestra vida que nos permiten dar cuenta de ella.

Para cultivar la esperanza se requiere aprender a mirar la vida con los ojos de Dios, lo que no significa una mirada ingenua o fuera de la realidad, sino que implica la capacidad para reconocer en nuestra historia, en sus alegrías y en sus tribulaciones, el paso de Dios. Cuando nos aproximamos a lo cotidiano con la mirada de fe somos capaces de desentrañar, aún en las realidades más complejas y desoladoras, la presencia de Dios que, de un modo misterioso, se vale de las situaciones mas diversas para darnos cuenta de su Reino. 

También ayuda a cultivar la esperanza el dejar atrás el juicio y empeñarnos en la misericordia. Quien aprende a no juzgar recupera la esperanza porque se da cuenta que en su corazón hay mas vocación de amor que de condenación; y porque aunque duela y nos cueste debemos ser capaces de ver en el que se equivoca a un hermano que puede cambiar y que requiere otra oportunidad. 

En la medida en que nuestro corazón es capaz de mirar ‘más lejos’ comprende que toda situación difícil, toda vicisitud, toda fragilidad es pasajera porque el Señor nos liberará. Por eso caminamos por esta vida como peregrinos sabiendo que llegaremos a la tierra prometida

En medio de las vicisitudes que podemos vivir en nuestras sociedad, en nuestra familia o en tantos otros ámbitos los invito a ustedes jóvenes a levantar la cabeza, a ser protagonistas de un nuevo tiempo marcado por la alegría y la esperanza.

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