LA PEREGRINACIÓN



  • Con ocasión de conmemorar su vida de santidad, es que desde 1991, en cada mes de octubre, la Vicaria de la Esperanza Joven invita a vivir la “Peregrinación al Santuario de Santa Teresa de los Andes”.

    La peregrinación a éste Santuario – centro espiritual de Chile - es una expresión de piedad popular, “una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia, y una forma de ser misioneros […] Haciendo del caminar juntos, en sí mismo, un gesto evangelizador”.(1) En ella reconocemos al Pueblo de Dios en camino y donde Cristo mismo se hace peregrino, caminando resucitado entre ellos. Con la llegada al santuario “la mirada del peregrino se deposita sobre una imagen que simboliza la ternura y cercanía de Dios”(2), conduciéndolo a Cristo y a la vida de Iglesia. Siendo un encuentro personal con el Señor, integra mucho lo corpóreo, lo sensible, lo simbólico y las necesidades más concretas de las personas, permitiendo así renovar la experiencia de fe y animando a ser testigos del Evangelio en el mundo que rodea.

    Esta es una ocasión especial donde personas y familias de las distintas localidades del país – con diversos niveles de pertenencia eclesial y formación en la fe – son invitadas a fortalecer su realce misionero y evangelizador; y al mismo tiempo preparar el corazón para recibir en el mes de enero al Papa Francisco, el cual bajo el lema “Mi paz les doy”, nos viene a confirmar en la fe y mostrarnos el rostro misericordioso de Dios Padre, teniendo presente la realidad de nuestro país.



    (1) Cfr. S.S. Francisco: Exhortación apostólica “Evangelii Gaudium”, nº 124. Ed. Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano, 2013.

    (2) Documento de Aparecida, 259.


  • “Que nada los angustie; al contrario, en cualquier situación presenten sus deseos a Dios orando, suplicando y dando gracias. Y la paz de Dios, que supera cualquier razonamiento, protegerá sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús”.
    (Flp 4,6-7)

    La oración es una actitud y una actividad esencial de toda persona de fe. Jesús con toda su persona, vida y obra se nos presenta como MAESTRO DE ORACIÓN: El reza solo, a veces en largas noches, en el Huerto de los Olivos, en el cerro… y reza también en comunidad, con los apóstoles, con los discípulos, en la sinagoga, en el templo…

    Así como Jesús, la oración perseverante de Santa Teresa - ese diálogo permanente que ella tenía con Dios para escuchar su voz, entrar en comunión con Él y descubrir su vocación – no solo alimentó y fortaleció su experiencia de fe, también configuró su proceso de conversión y camino a la santidad.

    Hoy Teresita nos invita a que el peregrinar sea un camino que tiene como centro la oración, teniendo presente a aquellos que más sufren, ya sea por enfermedad, desesperanza, abandono, etc. Para que con la fuerza de la oración y nuestras acciones, hacernos corresponsables en la construcción del bien común, reflejando un país que quiere ser más justo y solidario. 


  • En la oración, esa que se vive en lo privado (3) y en la cual no solo confluyen intereses, inquietudes o deseos personales, sino que también se hacen presentes en nuestra mente y corazón las situaciones de otras personas, se va fortaleciendo nuestra vida cristiana, otorgándole soporte, llenándola de sentido y de pasión por Jesús.

    A través de ella, nos preparamos detenidamente de un modo más profundo, para vivir y actuar desde los valores del Evangelio, descubriendo a Jesús y entregándonos a sus brazos (4)en medio de los gozos y esperanzas, como de los dolores y angustias que le presentamos (5). 

    “Siempre hace falta cultivar un espacio interior que otorgue un sentido cristiano al compromiso y a la actividad. Sin momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga”.(6)

    Pero todo quedaría incompleto si no se destacará la necesidad de orar con otros, porque si toda realidad está marcada por el llamado a vivir en comunidad, que nos hace Iglesia, entonces la propia vida, la actividad pastoral y la espiritualidad deben ser profundamente comunitarias. Si nos quedáramos solo en el ámbito de la oración personal, se corre el riesgo de caer en una fe que se vive de manera individual, apartada del mundo y que no se fortalece y/o profundiza en el compartir con los otros, llevando al mismo tiempo a la soledad y aislamiento. La vida cristiana no tendrá una auténtica profundidad evangélica mientras no logre caminar y trabajar con otros. Para la primera comunidad cristiana la oración era un elemento fundamental para fortalecer su fe y fervor evangelizador (7), y son ellos mismos quienes, a través de su experiencia y testimonio, invitan hoy a nutrir la vida de una perseverante oración, porque ella es el pulmón de la Iglesia. (8)



    (3) Ref. Mt 6,6: “Tú cuando ores entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará”.

    (4) Cfr. Víctor Manuel Fernández: La oración pastoral, Intimidad espiritual y misión en el mundo. Ed. San Pablo. 2006. página 77.

    (5) Ref. Concilio Vaticano II: Constitución Pastoral “Gaudium et Spes”, nº1. Ed. Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano, 1965.

    (6) S.S. Francisco: Exhortación apostólica “Evangelii Gaudium”, nº 262. Ed. Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano, 2013.

    (7)Ref. Hechos de los Apóstoles 2,42: “Los que habían sido bautizados se dedicaban con perseverancia a escuchar la enseñanza de los apóstoles, vivían unidos y participaban en al fracción del pan y en las oraciones”.

    (8)Cfr. S.S. Francisco: Exhortación apostólica “Evangelii Gaudium”, nº 262. Ed. Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano, 2013.



  • Orar es un diálogo con Dios, donde descubrimos que Él, por medio de Jesús, sale al encuentro para acoger la vida y llenarla de sentido. La oración se transforma en una oportunidad para preguntar permanentemente sobre el querer de Dios para la propia vida, es una pregunta que abre el corazón del discípulo hacía el discernimiento para poder descubrir la voluntad de Dios. Es una instancia para madurar el camino vocacional y con el auxilio de la Palabra, reconocer lo que se busca y desea para la vida. A veces, se trata simplemente de escuchar y gustar aquello que el Señor desea decir para que la vida se fortalezca y sea capaz de iluminar la vida de otros.

    Se trata de una oración que de verdad pueda influir en la vida y acción, otorgándole profundidad y sentido, para encontrar los cauces adecuados que permitan “vivir con profundidad e intensidad espiritual las propias tareas y para orar de tal modo que toda nuestra vida en el mundo se transfigure y se ilumine en la oración”.(9)

    Una vida que no busca su vínculo con el querer de Dios por medio de la oración, terminará siendo vacía en su dimensión espiritual, pudiendo caer prontamente en el sin sentido, en el hacer por hacer, dejando el corazón humano y la tarea evangelizadora sin ardor, sin Evangelio, sin Jesús.

    Se trata de darle profundidad, intensidad y calidad espiritual a la vida y la misión evangelizadora que se ha asumido (10)como discípulos de Cristo,  para que otros al ver, crean, creyendo se conviertan y convertidos amen y celebren al Señor siguiendo sus caminos.



    (9)Víctor Manuel Fernández: La oración pastoral, Intimidad espiritual y misión en el mundo. Ed. San Pablo. 2006. página 8.

    (10)Ref. Mt 28,19-20: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos”.


     


  • Existe un claro consenso al indicar que las diversas realidades de nuestro país - y de nuestros entornos más cercanos - se han visto fuertemente violentadas a causa de la injusticia, de la falta de transparencia, de la inequidad y desigualdad, llevándonos a construir una sociedad fragmentada en sus relaciones. Nos encontramos ante un cambio de época que está marcando, ya sea de forma positiva o negativa, su  desarrollo socio-cultural. Nos interpela como Iglesia el actual escenario de la convivencia social con su evidente deterioro de las confianzas, tanto hacia instituciones políticas y públicas, como hacia organizaciones sociales y religiosas, entre ellas la misma Iglesia Católica.

    En este contexto, y en un tiempo enmarcado por un proceso electoral y de preparación a un nuevo gobierno, la próxima visita del Papa Francisco bajo el lema “Mi paz les doy” – palabras de Jesús tomadas del Evangelio según San Juan 14,27 –nos invita como Iglesia a crear un clima que permita construir puentes de cercanía y credibilidad, para que una cultura del encuentro se haga presente en la vida de cada persona, siendo “firmes y perseverantes en empeñarnos por el bien común, es decir, el bien de todos y cada uno para que todos seamos realmente responsables de todos” (San Juan Pablo II).

    Por ello, con ocasión especial, somos invitados a que en esta peregrinación también podamos orar por la realidad país, especialmente por aquellas personas que sufren vulneración de sus derechos, – personas migrantes, ancianos, menores, etc. - que son apartadas de la sociedad y que son abandonadas por la indiferencia de otros, para que la paz de Cristo, que también el Papa Francisco nos viene a ofrecer, llegue a todos ellos. En definitiva, ser personas cercanas al Maestro que por haberlo conocido, seguido y amado, transformaron sus vidas para anunciarlo.

    Bajo este escenario, encomendamos en la oración, a todos aquellos que han sido llamados a ser líderes de la sociedad, así como también a todos nosotros, hombres y mujeres, invitados a ser corresponsables en la construcción de un país más justo, fraterno y solidario, con una marcada opción preferencial por los jóvenes y los pobres de nuestro país.

     

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